sábado, 26 de julio de 2008

Un clic y un flash y un ¡pum!



Yo no paro de hacer fotos. No puedo. Que no se me escape la luz, que no se me lleven esta nube, que siga el tronco enraigado ahí, que no dé un salto la ardilla. Clic, clic, clic, que quepa todo aquí, en estos dos gigabytes -las obras completas de Bécquer por seis euros, y los mil botes de pintura que se gastaron para colorear el mundo, y la luz, y la sombra, en una tarjeta de 2GB del tamaño de una uña.



Escoge tu casa.

Escoge tu casa. Nosotras vivimos en ésa de ahí, la de color mostaza. Aunque, si me preguntas, de mayor me pido la casa color turquesa de la calle John Smith (mi calle albanesa favorita, hasta la fecha).




Pídete una casa y sueña que vives aquí, todo el año. En Albany.


Sueña que vives aquí y puedes cortar el césped a las 6 de la mañana (o al atardecer; yo no sé nada de estas cosas) y disfrutar de ese olor a hierba recién cortada, a verde puro y húmedo.


Y abrir luego el tarro del café y dejar que su olor se filtre por cada pequeña rendija de la cocina, por cada pequeña rendija de cada pequeña célula de cada pequeña parte de tu (pequeño) ser. Y tomar el café viendo las Gilmore.


Luego ir al gimnasio, y todo porque al salir sientes los músculos ahí (uno no siempre recuerda que tiene músculos) y puedes repasar (si no te da pereza) la anatomía humana.


Y pasear, tras la lluvia, y ver la vida a través de un charco, siempre tan pequeña, siempre boca abajo, y querer escribir aun sabiendo que las palabras no saldrán nunca como quieres, como tú las has pensado, pero aun así intentarlo. Y respirar y saber que respiras, y pararte siempre que haga falta, aunque el resto de albaneses estén pensando

por favor, qué hace esta chiquilla haciendo fotos de mi árbol,
qué hace aquí parada en medio de la calle,
por qué lleva tres minutos al lado de este charco.




Y pensar (qué bueno es echarse a pensar y que haya siempre pensamiento -siento decirlo, César Vallejo-) y saber que piensas y sentir la vida cómo pasa, fiu, zum, con ese rayo de luz, con esa brizna de hierba. Y sí. Clic. Y así la vida. Así.


Algo pasa aquí.



Algo pasa aquí. La luz se siente más a gusto en estos parajes y por eso traspasa la superficie de las cosas, o qué se yo. Tal vez Dios empezó pintando esta parte del mundo, y gastó tanto color que se quedó sin pintura, y el resto del mundo tuvo que ser tenue.


No sé por qué, pero el cielo es aquí más grande. Las nubes son más grandes en este cielo que es más grande. Y la hierba y el sol deben de quererse mucho, porque nunca había visto una luz así en la hierba, o un verde así en la luz.




Toc-toc

Para entrar en la casa color mostaza hay que llevar las uñas de los pies pintadas de colores intergalácticos (tales como rojo pasión o azul extraterrestre), y saber que aquí dentro la fuerza de voluntad no tiene ningún efecto. Para entrar en la casa color mostaza hay que ser adicto al café y sentirse una Gilmore, y estar preparado para la dieta del cheesecake.

Así que ya sabes. Descálzate y respira hondo. Toc-toc.